de:
Javier Cabrera Darquea: El mensaje de las piedras
grabadas de Ica; edición privada, quinta edición 1991;
avenida Bolívar 170, plaza de Armas, Ica, Perú. tel.
231933 / 234363;
EL MISTERIO DE OCUCAJE Y EL SECRETO DE LOS INCAS
4.1. EL MISTERIO DE OCUCAJE - [investigaciones
arqueológicos] (p.135-139)
[Resumen de antes: el gobierno en Lima rechaza
cada investigación]
El caso de la colección de piezas arqueológicas de la
zona de Acambaro tiene similitud con lo que ha venido
sucediendo en torno de las Piedras Grabadas de Ica o
Gliptolitos. El escepticismo que existió en los
arqueólogos durante más de veinte años respecto de la
autenticidad de las piezas de Acambaro es lo que ha
animado la mente de los arqueólogos peruanos frente a
los Gliptolitos. La diferencia entre el caso de Acambaro
y el de los Gliptolitos radica en que aún persiste en
los arqueólogos peruanos el escepticismo.
[Hermann Buse exige en vano una investigación
oficial - Hermanos Soldi piensan que son de los incas]
Desde 1961 en que, según refiere el estudioso peruano
Hermann Buse, aparecieron las piedras grabadas en
Ocucaje, Ica, se ha venido reclamando infructuosamente
la intervención de los arqueólogos peruanos para
verificar la validez arqueológica de los ejemplares.
Primero lo hicieron los hermanos Soldi, que habían
formado la primera colección con ejemplares adquiridos a
huaqueros de Ocucaje. Aun cuando los hermanos Soldi
creían que los ejemplares que obraban en su poder habían
sido concebidos por artistas incas, no deja de tener
importancia la persistencia con que exigían la
intervención de los arqueólogos peruanos que pudiera
comprobar aquello de lo (p.135) que estaban firmemente
seguros: que los ejemplares no eran de manufactura
reciente. Hermann Buse señala en un libro que publicó en
1965 (16)
(16)
Obra citada (Buse, Herman: Introducción al Perú. Lima,
1965)
que uno de los hermanos Soldi - Pablo - manifestaba que
la existencia de una gruesa capa de salitre recubriendo
los principales ejemplares no se explicaba sin mediar un
considerable lapso y que los huaqueros que habían
encontrado las piedras estaban decididos a ir con los
arqueólogos a los lugares de donde las extraían para
demostrar, con el hallazgo, que no había engaño. Buse
manifiesta que el otro hermano - Carlos - no concebía
que alguien se empeñara en tallar piedras para al final
venderlas a precios tan bajos como los que él había
pagado por ellas. Cuando los arqueólogos peruanos
tuvieron de oídas conocimiento de la colección de los
hermanos Soldi, asumieron una actitud de incredulidad
respecto de la autenticidad de las piedras y no
respondieron al reto de participar en las excavaciones.
[Excavaciones de Santiago Agurto Calvo]
Años después, en 1966, el interés por comprobar la
autenticidad de las piedras grabadas que seguían
apareciendo en Ica, condujo al arquitecto Santiago
Agurto Calvo a practicar las excavaciones, primero solo
y después en compañía del arqueólogo Alejandro Pezzia
Assereto, Conservador del Museo Regional de Ica. Agurto
Calvo poseía una colección de algunos cientos de
ejemplares que había sometido a pruebas de laboratorio
de la facultad de Minas de la Universidad nacional de
Ingeniería.
Como ya se dijo en el capítulo I, las pruebas habían
revelado que estas piedras procedían de capas de flujos
volcánicos correspondientes a series de la era geológica
Mesozoica (era que comprende de 230 a 63 millones de
años de antigüedad) y tenían como característica cierta
blandura en la superficie. Basándose en este rasgo,
Agurto Calvo pensaba que los grabados podían haber sido
hechos en la época de los incas o en la de los preincas,
pues consideraba factible realizar las incisiones en
este tipo de piedra, con instrumentos usados por estas
culturas. Las excavaciones que finalmente practicó en
tumbas preincas (p.136) dieron sus frutos: encuentro dos
ejemplares, similares a los que integraban su colección.
Esto le permitió despejar la duda sobre la autenticidad
de las piedras y declaró que éstas eran antiguas, por
haberlas hallado asociadas a restos humanos y ceramios
pertenecientes a hombres preincas.
El artículo periodístico en el que Agurto Calvo dio a
conocer el hallazgo y sus trabajos, concluía con estas
palabras:
"A la interrogante básica: ¿serán falsas, serán
auténticas? que me ha cabido la suerte de despejar,
suceden otras preguntas tan apasionantes como la primera
pero más difícil [sic] de contestar. Estoy seguro que
los estudiosos y arqueólogos del país les darán una
pronta y segura respuesta que satisfará nuestra
curiosidad y enriquecerá la historia y la cultura del
Perú" (17).
(17)
Artículo citado (Agurto Calvo, Santiago: Las piedras
mágicas de Ocucaje. En: Suplemento del diario "El
Comercio"; Lima, 11 de diciembre 1966)
[1968: Arqueólogo Pezzia Assereto]
Dos años después, en 1968, el arqueólogo Pezzia Assereto,
que había acompañado a Agurto Calvo en las excavaciones,
publicó un libro sobre la "Arqueología de la Provincia
de Ica", en el que da cuenta del hallazgo:
"El arquitecto Agurto, logra después de varios intentos,
hallar una piedra grabada en el interior de una tumba en
el sector de Toma Luz de la Hacienda Callango del Valle
de Ica el 20 de agosto de 1966 [...] Después de informar
tan importante hallazgo al Museo Regional de Ica, el
suscrito en compañía del Arquitecto realizamos una
excavación el 11 de setiembre del mismo año, en el
yacimiento del cerro Uhle del sector de La Banda de la
hacienda Ocucaje, constatando por primera vez una piedra
grabada en el interior de una tumba de la cultura
Paracas, pues el suscrito jamás había presenciado el
descubrimiento de este nuevo testimonio cultural
consistente en una piedra grabada en el interior de una
tumba con asociación. Y con este hallazgo se comprobó la
autenticidad de estos vestigios" (18).
(18)
Alejandro Pezzia Assereto: Ica y el Perú Precolombino.
Tomo I, Ica, 1968
No obstante que así se confirmaba que las Piedras
Grabadas de Ica eran auténticos especímenes
arqueológicos, las autoridades culturales del gobierno
central permanecieron (p.137) indiferentes. El hallazgo
de Agurto Calvo hubiera bastado no sólo para que se
ordenara el inmediato estudio de las colecciones
existentes y no sólo también para que se practicaran las
excavaciones del caso en busca de nuevos ejemplares,
sino además para que se pusiera fin al comercio ilícito
de que eran objeto las piedras. Pero nada de esto se
hizo. Ni siquiera fueron materia de estudio las piedras
del señor Carlos Soldi, que a la muerte de éste pasaron
a poder del Museo Regional de Ica, por disposición
testamentaria del difunto. Fue entonces cuando me
dedique a incrementar las piedras de mi colección
comprando ejemplares a algunos coleccionistas de Ica -
de quienes había adquirido también los ejemplares que ya
obraban en mi poder- y posteriormente a huaqueros de
Ocucaje.
[1972: Hermann Buse en Ica - Congreso de
Arqueología en Lima - los arqueólogos del estado
siguen rechazando cada investigación en Ocucaje]
En 1972, nuevamente el estudiosos peruano Hermann Buse
puso sobre el tapete el caso de las Piedras Grabadas de
Ica, en momentos en que se realizaba en la ciudad de
Lima el Primer Congreso de Arqueología Andina, evento en
que participaban arqueólogos peruanos y del extranjero.
En un artículo que publicó en el diario limeño El
Comercio, con el evidente propósito de señalar la
obligación que tenían los participantes de ese evento de
opinar oficialmente sobre las Piedras Grabadas de Ica,
en vista de que hasta el momento la ciencia no se había
pronunciado sobre ellas. Buse destaca las opiniones
controvertidas que de manera no oficial se habían venido
difundiendo sobre la validez arqueológica de las
piedras. Señala la incredulidad de los arqueólogos y
recoge los argumentos de quienes creen en la
autenticidad de las piedras.
Y frente a la afirmación de quienes creen que son
falsas, Buse plantea dudas sobre la validez de tal
afirmación:
"La Colección Cabrera, que se exhibe en la ciudad de
Ica, comprende no menos de diez mil de estas piedras.
¿diez mil falsificaciones? No pocas han sido adquiridas
por unos cuantos soles. ¿Se explica ese precio reducido
tratándose de un trabajo tan delicado, tan complicado,
tan difícil?".
Y agrega:
"Otros hombres respetables creen en ellas, en su
legítima y certificada antigüedad. Por eso, ante la
opinión de los profanos, resulta extraño que los
arqueólogos (p.138) profesionales las rechacen de plano"
(19).
(19)
Hermann Buse: "¿Misterio arqueológico o superchería?"
En: El Comercio, Lima, 6 de Enero 1972
Pero los especialistas participantes en el Congreso no
se hicieron eco de las palabras de Buse y, así, una vez
más se demostró el inexplicable desinterés de los
arqueólogos por estudiar las piedras y pronunciarse
sobre su autenticidad arqueológica.
[1974: investigador Robert Charroux con un
libro sobre las piedras grabadas]
En diciembre de 1974 un diario de Lima
(20)
Expreso; Lima, 20 de diciembre 1974
reprodujo una noticia proveniente de París que informaba
sobre la reciente publicación de un libro escrito por el
francés Robert Charroux, conocido estudioso e
infatigable investigador de los testimonios más antiguos
dejados por el hombre en diversos lugares del mundo.
Charroux, convencido de que el comienzo del mundo se
sitúa mucho más atrás de lo que supone la ciencia
oficialista, dedica gran parte de su libro a las Piedras
Grabadas de Ica, a las que considera testimonios más
remotos de la existencia del hombre. Charroux afirma que
las Piedras Grabadas de Ica posiblemente provienen de
uno de los santuarios secretos de donde los atlantes -
hombres que, según Platón, habitaron el misterioso y
desaparecido continente de la Atlántida - dejaron
testimonios de su avanzadísima civilización. La
información que sobre las Piedras Grabadas de Ica
contiene el libro de Charroux (21)
(21)
Robert Charroux: L'énigme des Andes. Éditions Robert
Laffont. Paris, 1974
son el resultado de la visita que hizo a mi Museo en dos
oportunidades: en abril de 1973 y en Marzo de 1974. Fiel
al deseo que siempre he tenido de que se estudien las
Piedras Grabadas de Ica, mi Museo ha brindado toda clase
de facilidades a sus visitantes. En el caso de este
ilustre investigador - que en su segunda visita vino
acompañado del prestigioso editor francés Robert Laffont
y del perseverante investigador francés Francis Mazière
- estoy convencido de que se trata de uno de los
visitantes más excepcionales que ha tenido mi Museo
(p.139).