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Cabrera: Mensaje de las piedras

4. El misterio de Ocucaje y el secreto de los incas

4.5. EL SECRETO DE LOS INCAS - [COPIARON AL HOMBRE GLIPTOLÍTICO DE LAS PIEDRAS - WIRACOCHA]

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Presentación de Michael Palomino (2012)


de: Javier Cabrera Darquea: El mensaje de las piedras grabadas de Ica; edición privada, quinta edición 1991; avenida Bolívar 170, plaza de Armas, Ica, Perú. tel. 231933 / 234363;



4.5. EL SECRETO DE LOS INCAS - [COPIARON AL HOMBRE GLIPTOLÍTICO DE LAS PIEDRAS - WIRACOCHA] (p.159-165)

[Los incas no conocían la rueda pero organizaron bien - mejor que el gobierno peruano desde 1945 con sus discotecas y solo haciendo fiestas]

Sorprende en la historia del mundo que los incas, que no conocieron la rueda, hayan dispuesto de un sistema bastante avanzado de organización estatal. Habiéndose difundido tanto la historia de los incas, sólo quiero señalar que la base de la economía del imperio incaico, la agricultura, se organizaba de tal manera que aseguraba la participación planificada de los hombres en el trabajo agrícola, de modo que la producción cubría - dentro de los intereses que animaban la política del Inca - las necesidades que pudieran surgir por hechos imprevisibles. Ciertos procedimientos para irrigar tierras y destinarlas al cultivo complementaban este sistema de producción.

A partir de la lectura de algunos mensajes científicos y tecnológicos dejados por la Humanidad Gliptolítica en la piedra y en objetos hechos de otros materiales (metal, cerámica, madera, tejido), es posible que los incas hayan llegado a conocer alguna valiosa información que les sirvió en gran medida para el desenvolvimiento de la vida del imperio.

[¿Los incas tenían acceso a las piedras grabadas?]

Como creo que los reinos que existieron en el Perú antes de los incas - reinos preincas - tuvieron también acceso a los depósitos gliptolíticos, no puedo afirmar que los incas conocieron los depósitos por propio descubrimiento o por referencias que venían desde antiguo y que les llegó oportunamente. Tampoco estoy en condiciones de afirmar que la humanidad Gliptolítica depositó las piedras grabadas conjuntamente con objetos hechos de otros materiales o que las piedras tuvieron depósitos exclusivos.

En cualquier caso, los sabios del imperio - los amautas - deben haber jugado un papel importantísimo en el conocimiento de la información (p.158) contenida en los objetos testimoniales de la Humanidad Gliptolítica, principalmente en las piedras. Pero al fin y al cabo, hombres de una civilización científica y tecnológicamente incipiente, los amautas tuvieron un acceso conceptual muy limitado, por lo que tomaron de las piedras solamente lo que podía estar al alcance de su nivel cognoscitivo. En la mayoría de los casos los símbolos de las piedras grabadas no pudieron, pues, ser descifrados. Sin embargo, como la información que pudieron interpretar la usaron de algún modo en la organización del imperio, es posible que sólo los miembros más prominentes de la élite gobernante - el inca, sus descendientes inmediatos y los primeros amautas - hayan sido los únicos que tuvieron acceso a los depósitos, a fin de mantenerlos en secreto.

[El hombre excepcional en las piedras grabadas es modelo para los incas gobernantes]

Asombrados por la naturaleza de la información, los miembros de la élite gobernante se interrogaron por los autores de estas piedras grabadas, y la figura del hombre gliptolítico que observaron entonces en muchas piedras empezó a ser identificada como la imagen de un ser excepcional, de mentalidad superior, que había representado lo que en muchos casos ellos no podían comprender y lo que en otros casos revelaba que se trataba de un ser extraordinariamente poderoso. Lo veían en la piedra peleando con monstruos gigantescos, a los que vencía y mataba con gran facilidad. Lo veían encima de pájaros enormes en actitud de vuelo. Lo veían al lado de las estrellas. Lo veían navegando en el mar. Lo veían en tierra, montando animales que lelos nunca habían visto.

La índole del conocimiento dejado por este ser les impedía pensar que se trataba de un ser divino: era un conocimiento que se refería a las cosas de este mundo, un conocimiento para el mejor vivir. Nadie mejor que ellos para estar seguros de que así era: estaban aprovechando el conocimiento, por lo menos en lo poco que podían entender. Entonces llegaron a la conclusión de que se trataba de un hombre. Pero comprendían que no era un tipo de hombre cualquiera; era un hombre que había conocido y dominado muchas cosas que ellos aún no habían podido dominar ni conocer. Era, pues, un hombre extremadamente poderoso, que debió haber vivido en estas mismas tierras y en una época muy remota. En suma - pensó la élite gobernante -, se trataba de (p.159) un hombre que se había ido y cuyos descendientes - hombres igualmente poderosos - en cualquier momento podían volver.

Pero la élite gobernante no perdía de vista que la coexistencia de ese hombre con animales aparentemente monstruosos y desconocidos que se observaban en algunas piedras, podía significar para las mentes sencillas la imagen de un ser divino, capaz de infundir temor. y entonces decidieron utilizar esta imagen para fortalecer el poder del Inca sobre sus súbditos. Se exhibieron en el pueblo estas piedras grabadas.

[Los incas gobernantes copiaron a ese hombre en las piedras grabadas como el dios principal Wiracocha - indicaciones]

Al mismo tiempo la imagen fue acompañada de la idea de que corresponda a un ser divino, a un dios, que había salido del mar y había vivido en estas tierras y que algún día podía volver, viniendo igualmente desde el mar. Su nombre: Wiracocha (32).

(32) Wiracocha: dios del imperio incaico. Para algunos historiadores fue el dios principal y para otros uno de los principales. Hay quienes afirman que Wiracocha era sólo el símbolo del dios Sol, al que los hombres consideraban único creador de las cosas visibles. Algunos cronistas afirman que Wiracocha fue una héroe legendario.

Y todo esto acompañado de otra idea: que el Inca era descendiente de ese dios.

Para reforzar esta idea, el Inca empezó a ostentar en la cabeza adornos parecidos a elementos simbólicos del hombre gliptolítico: una banda y plumas, por parecerse éstas a hojas, y entonces el respeto y el temor al dios Wiracocha se hicieron extensivos al Inca. Así, se imprimió en el pueblo un espíritu se sometimiento a una autoridad que para el pueblo tenía vigencia de hecho divino.

Es posible que muchas de las leyendas del pueblo quechua que tejen historias de monstruos gigantescos y horribles coexistiendo con el hombre, hayan tenido su origen en esta época. Son hechos fabulados por la admiración y el temor del pueblo inca por esa especie de zoología fantástica que no entendían bien del todo, pero que creían que había correspondido a la presencia de un ser superior - aunque creían que era un dios - en el más remoto pasado. Pienso que todo esto sucedió, si no con el primer Inca, con un de los primeros incas del imperio. Desde entonces y a través del tiempo en que los incas se sucedieron en el poder, el dios Wiracocha y la extraña mezcla de esperanza y temor respecto (p.160) de su retorno quedaron incrustados en el corazón del pueblo.

[Tesis: los incas gobernantes copiaron el saber de las piedras para dominar la población]

La finalidad de la existencia dela Humanidad Gliptolítico: desarrollar la capacidad reflexiva para incrementar y conservar el conocimiento, estuvo, pues, muy distante de la finalidad de los que gobernaron el imperio incaico. Ciertamente, la élite del poder incaico logró entender alguna información de la innumerable contenida en las piedras, especialmente la que se refería a normas sociales, a formas de organización para el trabajo y a demarcaciones territoriales que aseguraran un conocimiento más profundo de los recursos naturales y humanos de que se disponía en el imperio. Pero la finalidad era otra: aprovechar el esfuerzo humano de la gran mayoría en beneficio de una minoría privilegiada, conformada por el inca, la nobleza, los sacerdotes y las élites intelectuales al servicio del poder. Pero este privilegio no se limitó a la élite cusqueña. Cuando los incas expandieron su imperio y sometieron los demás reinos o nacionalidades existentes en el territorio del Perú, mantuvieron el privilegio de las élites regionales con el propósito de que éstas ejercieran, como intermediarias, el dominio sobre la mayoría y así se pudiera aprovechar los esfuerzos humanos en el trabajo en beneficio del poder cusqueño. La historia señala el período del inca Pachacútec como el de la expansión del imperio incaico y como el período en que alcanzó su mejor organización y por lo tanto su máximo desarrollo.

El comentarista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti Llamqui escribió en el siglo XVI que en tiempo del Inca Pachacútec fueron halladas en el reino de Chincha, en Chinchayunga, muchas piedras labradas denominadas manco (33).

(33) Juan de Santa Cruz Pachacuti Llamqui: Relación de antigüedades desde reino del Pirú

Actualmente se cree que manco o manku sea alteración de la palabra aimara manku, que en la región del Collao se usaba para designar al cacique, o sea al señor de vasallo. Entiendo entonces que manco o manku nombraba a la persona (p.161) que tenía mando, poder. Referida esta palabra a las piedras grabadas (labradas), habría servido para indicar que tales piedras testimoniaban la existencia de un ser de extraordinario poder (hombre poderoso, para el Inca y su élite gobernante; dios, para el pueblo) y al mismo tiempo para designar al poseedor de estas piedras, el Inca, hombre igualmente poderoso. Por otro lado, quiero señalar la coincidencia entre el significado de la palabra quechua capa o kapa, mano extendida (palabra que, con pequeña variante ortográfica, integra el nombre del primer Inca que refiere la historia, Manco Cápac) y una de las características de la figura simbólica con que el hombre gliptolítico aparece representado en las piedras grabadas: generalmente con las manos extendidas, sobre todo en representaciones de hechos importantes. Respecto de la palabra Chinchayunga, el comentarista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti Llamqui se refiere indudablemente a las tierras cálidas de la costa central del Perú, en donde está ubicado el departamento de Ica y den el Ocucaje.

[La leyenda de Pachacútec con la princesa Chumbilla - la construcción de un canal para proteger la zona de las piedras grabadas]

Hay una conocida leyenda quechua que tiene como protagonista al Inca Pachacútec y a una joven princesa de nombre Chumbillalla (Achirana), hija del curaca Aramvilca, propietario de las tierras de Tate, zona alta del valle de Ica. La leyenda se conoce con el nombre de La Achirana del Inca y refiere que en una de sus visitas a este valle de la costa Pachacútec conoció a la hija del curaca y se enamoró perdidamente de ella. Sabiendo que a aquellas tierras altas del curaca no llegaban las aguas del río Ica, hizo construir una gran acequia conectada al río desde una zona mucho más elevada que la de Tate y por esta acequia se logró llevar agua a las tierras del curaca. Aquella gran acequia, que aún existe y constituye uno de los ramales del río Ica, es conocida con el nombre de la Achirana.

Estoy convencido de que esta leyenda oculta deliberadamente una verdad. El amor de Pachacútec por la joven Chumbillalla no fue el motivo de que se mandara construir ese ramal del río Ica. Como todos los de la costa del Perú, el río Ica se vuelve caudaloso en el verano, a causa de las intensas lluvias de la serranía, y no pocas veces se desborda e inunda vastas zonas ocasionando graves daños, sobre todo cuando (p.162) el lecho del río pierde su pendiente y en consecuencia su profundidad, en la región llana donde se asientan las zonas de La Banda, Ocucaje, Callango, Chiquerillo, Tomaluz, Ullujaya, Montegrande. En su condición de Inca, Pachacútec conocía la ubicación de los depósitos de los Gliptolitos - obviamente en aquella región llana, en donde está Ocucaje - y temió que las periódicas inundaciones del río Ica erosionaran los depósitos y destruyeran los testimonios líticos.

Para contrarrestar por lo menos en parte este peligro, mandó excavar aquella gran acequia que pudiera descargar oportunamente el caudal del río desde un lugar situado muchos kilómetros antes de que el río entre en la región llana. Y no sólo creo que no fue la causa de la excavación de la gran acequia aquello que la leyenda refiere, sino que tampoco creo que haya existido amor alguno de parte de Pachacútec hacia la joven princesa Chumbillalla. Ante la necesidad de proteger de los periódicos desbordes del río Ica aquella zona donde se encuentran los depósitos de Gliptolitos, el Inca y sus colaboradores más cercanos urdieron lo de la pasión amorosa y la difundieron como causa de la excavación de la acequia. Apoyo mis afirmaciones en el hecho de que ni la historia, ni la tradición, ni la leyenda misma refieren nada sobre posibles descendientes de Pachacútec en la región de Ica.

[Árboles huarangos para proteger la zona de las piedras grabadas - árboles cortados]

Las apoyo también en el hecho de que aquella región llana tan proclive a que el río se desborde estuvo poblada hasta muchos años después de la llegada de los españoles de inmensos bosques de huarango, árbol de tronco leñoso y de ramas espinosas. Es decir: toda esta región llana, que empieza aproximadamente 3 kilómetros al sur de la ciudad de Ica y se prolonga al suroeste en más o menos sesenta kilómetros de longitud, no estuvo dedicada al cultivo y los bosques de estos árboles espinosos la hacían impenetrable.

Así, el sembrado y la permanencia de estos bosques deben haber obedecido al propósito del Inca - sea Pachacútec o algunos de los primeros - de aislar esta región llana de la presencia de extraños que pudieron descubrir los depósitos de Gliptolitos.

La desaparición de estos bosques ha durado varios siglos. Establecido el virreinato español en el Perú, se talaron algunos miles de estos árboles, cuya madera fue destinada a múltiples usos en otras (p.163) zona de Ica. Pero aun así, los bosques estuvieron muy lejos de agotarse. Desde el siglo pasado fue la fuente que proveyó de durmientes y combustible al ferrocarril que iba de la ciudad de Ica a la ciudad de Pisco situada ésta a setenta kilómetros al norte de la ciudad de Ica; y también la fuente que proveyó de estacas en el cultivo de viñedos y de materia prima para la industria carbonífera. Precisamente, el talado de estos bosques puso al descubierto que la región era un yacimiento arqueológico, cuya importancia se tuvo en cuenta sólo a fines del siglo XIX. La desaparición casi total de estos bosques por la necesidad de habilitar nuevas tierras de cultivo, es un hecho de hace pocos años.

[Incas gobernantes con las piedras grabadas]

Bien sabemos ya que la élite gobernante del imperio incaico ocultó al pueblo la verdad sobre las Piedras Grabadas. Reservó para sí el hecho de que los autores habían sido simplemente hombres más evolucionados cognoscitivamente y que las piedras contenían valiosas informaciones sobre ciencia y tecnología y no precisamente sobre cosas de dioses. Valiéndose de las piedras que mostraban la coexistencia de los autores de las piedras con animales aparentemente monstruosos, la élite gobernante infundió el temor en el pueblo y creó la imagen de un ser sobrenatural que habría de volver y del cual el Inca descendía. Así creó lo que considero el más grande mito que dominó la mente del pueblo en el antiguo Perú. Si se toma en cuenta que este engaño en el uso de las piedras obedecía al propósito de reforzar el domino del Inca sobre los hombres del imperio, se entiende perfectamente que el interés porque el pueblo no tuviera acceso a los depósitos de Gliptolitos radica en el temor de que se descubriera el engaño y así se debilitara el poder del Inca.

[Los incas inventaron una relación amorosa para esconder la verdad para proteger las piedras grabadas]

En consecuencia, el Inca Pachacútec y sus inmediatos colaboradores tenían poderosas razones para evitar que se supiera el verdadero motivo de la excavación de aquella gran acequia, y entonces entregaron como verdadero un motivo inexistente: la pasión amorosa por la joven princesa Chumbillalla. Como sucede en todo mito, se valieron de hechos reales y visibles que pudieran dar visos de evidencia indiscutible al sentido de la historia fabulada. Eran hechos reales y visibles la existencia de la (p.164) zona seca de Tate, la existencia de la joven princesa y su belleza, la existencia de su padre el curaca de Tate, la existencia del río Ica y lo que posteriormente fue la gran acequia que se excavó. Así, La Achirana del Inca es un mito regional engandrado para que no se perturbe un mito de nivel imperial: el gran mito del poderoso dios Wiracocha (p.165).

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