de:
Javier Cabrera Darquea: El mensaje de las piedras
grabadas de Ica; edición privada, quinta edición 1991;
avenida Bolívar 170, plaza de Armas, Ica, Perú. tel.
231933 / 234363;
4.5. EL SECRETO DE LOS INCAS - [COPIARON AL HOMBRE
GLIPTOLÍTICO DE LAS PIEDRAS - WIRACOCHA] (p.159-165)
[Los incas no conocían la rueda pero
organizaron bien - mejor que el gobierno peruano desde
1945 con sus discotecas y solo haciendo fiestas]
Sorprende en la historia del mundo que los incas, que no
conocieron la rueda, hayan dispuesto de un sistema
bastante avanzado de organización estatal. Habiéndose
difundido tanto la historia de los incas, sólo quiero
señalar que la base de la economía del imperio incaico,
la agricultura, se organizaba de tal manera que
aseguraba la participación planificada de los hombres en
el trabajo agrícola, de modo que la producción cubría -
dentro de los intereses que animaban la política del
Inca - las necesidades que pudieran surgir por hechos
imprevisibles. Ciertos procedimientos para irrigar
tierras y destinarlas al cultivo complementaban este
sistema de producción.
A partir de la lectura de algunos mensajes científicos y
tecnológicos dejados por la Humanidad Gliptolítica en la
piedra y en objetos hechos de otros materiales (metal,
cerámica, madera, tejido), es posible que los incas
hayan llegado a conocer alguna valiosa información que
les sirvió en gran medida para el desenvolvimiento de la
vida del imperio.
[¿Los incas tenían acceso a las piedras
grabadas?]
Como creo que los reinos que existieron en el Perú antes
de los incas - reinos preincas - tuvieron también acceso
a los depósitos gliptolíticos, no puedo afirmar que los
incas conocieron los depósitos por propio descubrimiento
o por referencias que venían desde antiguo y que les
llegó oportunamente. Tampoco estoy en condiciones de
afirmar que la humanidad Gliptolítica depositó las
piedras grabadas conjuntamente con objetos hechos de
otros materiales o que las piedras tuvieron depósitos
exclusivos.
En cualquier caso, los sabios del imperio - los amautas
- deben haber jugado un papel importantísimo en el
conocimiento de la información (p.158) contenida en los
objetos testimoniales de la Humanidad Gliptolítica,
principalmente en las piedras. Pero al fin y al cabo,
hombres de una civilización científica y
tecnológicamente incipiente, los amautas tuvieron un
acceso conceptual muy limitado, por lo que tomaron de
las piedras solamente lo que podía estar al alcance de
su nivel cognoscitivo. En la mayoría de los casos los
símbolos de las piedras grabadas no pudieron, pues, ser
descifrados. Sin embargo, como la información que
pudieron interpretar la usaron de algún modo en la
organización del imperio, es posible que sólo los
miembros más prominentes de la élite gobernante - el
inca, sus descendientes inmediatos y los primeros
amautas - hayan sido los únicos que tuvieron acceso a
los depósitos, a fin de mantenerlos en secreto.
[El hombre excepcional en las piedras grabadas
es modelo para los incas gobernantes]
Asombrados por la naturaleza de la información, los
miembros de la élite gobernante se interrogaron por los
autores de estas piedras grabadas, y la figura del
hombre gliptolítico que observaron entonces en muchas
piedras empezó a ser identificada como la imagen de un
ser excepcional, de mentalidad superior, que había
representado lo que en muchos casos ellos no podían
comprender y lo que en otros casos revelaba que se
trataba de un ser extraordinariamente poderoso. Lo veían
en la piedra peleando con monstruos gigantescos, a los
que vencía y mataba con gran facilidad. Lo veían encima
de pájaros enormes en actitud de vuelo. Lo veían al lado
de las estrellas. Lo veían navegando en el mar. Lo veían
en tierra, montando animales que lelos nunca habían
visto.
La índole del conocimiento dejado por este ser les
impedía pensar que se trataba de un ser divino: era un
conocimiento que se refería a las cosas de este mundo,
un conocimiento para el mejor vivir. Nadie mejor que
ellos para estar seguros de que así era: estaban
aprovechando el conocimiento, por lo menos en lo poco
que podían entender. Entonces llegaron a la conclusión
de que se trataba de un hombre. Pero comprendían que no
era un tipo de hombre cualquiera; era un hombre que
había conocido y dominado muchas cosas que ellos aún no
habían podido dominar ni conocer. Era, pues, un hombre
extremadamente poderoso, que debió haber vivido en estas
mismas tierras y en una época muy remota. En suma -
pensó la élite gobernante -, se trataba de (p.159) un
hombre que se había ido y cuyos descendientes - hombres
igualmente poderosos - en cualquier momento podían
volver.
Pero la élite gobernante no perdía de vista que la
coexistencia de ese hombre con animales aparentemente
monstruosos y desconocidos que se observaban en algunas
piedras, podía significar para las mentes sencillas la
imagen de un ser divino, capaz de infundir temor. y
entonces decidieron utilizar esta imagen para fortalecer
el poder del Inca sobre sus súbditos. Se exhibieron en
el pueblo estas piedras grabadas.
[Los incas gobernantes copiaron a ese hombre en
las piedras grabadas como el dios principal Wiracocha
- indicaciones]
Al mismo tiempo la imagen fue acompañada de la idea de
que corresponda a un ser divino, a un dios, que había
salido del mar y había vivido en estas tierras y que
algún día podía volver, viniendo igualmente desde el
mar. Su nombre: Wiracocha (32).
(32)
Wiracocha: dios del imperio incaico. Para algunos
historiadores fue el dios principal y para otros uno
de los principales. Hay quienes afirman que Wiracocha
era sólo el símbolo del dios Sol, al que los hombres
consideraban único creador de las cosas visibles.
Algunos cronistas afirman que Wiracocha fue una héroe
legendario.
Y todo esto acompañado de otra idea: que el Inca era
descendiente de ese dios.
Para reforzar esta idea, el Inca empezó a ostentar en la
cabeza adornos parecidos a elementos simbólicos del
hombre gliptolítico: una banda y plumas, por parecerse
éstas a hojas, y entonces el respeto y el temor al dios
Wiracocha se hicieron extensivos al Inca. Así, se
imprimió en el pueblo un espíritu se sometimiento a una
autoridad que para el pueblo tenía vigencia de hecho
divino.
Es posible que muchas de las leyendas del pueblo quechua
que tejen historias de monstruos gigantescos y horribles
coexistiendo con el hombre, hayan tenido su origen en
esta época. Son hechos fabulados por la admiración y el
temor del pueblo inca por esa especie de zoología
fantástica que no entendían bien del todo, pero que
creían que había correspondido a la presencia de un ser
superior - aunque creían que era un dios - en el más
remoto pasado. Pienso que todo esto sucedió, si no con
el primer Inca, con un de los primeros incas del
imperio. Desde entonces y a través del tiempo en que los
incas se sucedieron en el poder, el dios Wiracocha y la
extraña mezcla de esperanza y temor respecto (p.160) de
su retorno quedaron incrustados en el corazón del
pueblo.
[Tesis: los incas gobernantes copiaron el saber
de las piedras para dominar la población]
La finalidad de la existencia dela Humanidad
Gliptolítico: desarrollar la capacidad reflexiva para
incrementar y conservar el conocimiento, estuvo, pues,
muy distante de la finalidad de los que gobernaron el
imperio incaico. Ciertamente, la élite del poder incaico
logró entender alguna información de la innumerable
contenida en las piedras, especialmente la que se
refería a normas sociales, a formas de organización para
el trabajo y a demarcaciones territoriales que
aseguraran un conocimiento más profundo de los recursos
naturales y humanos de que se disponía en el imperio.
Pero la finalidad era otra: aprovechar el esfuerzo
humano de la gran mayoría en beneficio de una minoría
privilegiada, conformada por el inca, la nobleza, los
sacerdotes y las élites intelectuales al servicio del
poder. Pero este privilegio no se limitó a la élite
cusqueña. Cuando los incas expandieron su imperio y
sometieron los demás reinos o nacionalidades existentes
en el territorio del Perú, mantuvieron el privilegio de
las élites regionales con el propósito de que éstas
ejercieran, como intermediarias, el dominio sobre la
mayoría y así se pudiera aprovechar los esfuerzos
humanos en el trabajo en beneficio del poder cusqueño.
La historia señala el período del inca Pachacútec como
el de la expansión del imperio incaico y como el período
en que alcanzó su mejor organización y por lo tanto su
máximo desarrollo.
El comentarista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti
Llamqui escribió en el siglo XVI que en tiempo del Inca
Pachacútec fueron halladas en el reino de Chincha, en
Chinchayunga, muchas piedras labradas denominadas manco
(33).
(33)
Juan de Santa Cruz Pachacuti Llamqui: Relación de
antigüedades desde reino del Pirú
Actualmente se cree que manco o manku sea alteración de
la palabra aimara manku, que en la región del Collao se
usaba para designar al cacique, o sea al señor de
vasallo. Entiendo entonces que manco o manku nombraba a
la persona (p.161) que tenía mando, poder. Referida esta
palabra a las piedras grabadas (labradas), habría
servido para indicar que tales piedras testimoniaban la
existencia de un ser de extraordinario poder (hombre
poderoso, para el Inca y su élite gobernante; dios, para
el pueblo) y al mismo tiempo para designar al poseedor
de estas piedras, el Inca, hombre igualmente poderoso.
Por otro lado, quiero señalar la coincidencia entre el
significado de la palabra quechua capa o kapa, mano
extendida (palabra que, con pequeña variante
ortográfica, integra el nombre del primer Inca que
refiere la historia, Manco Cápac) y una de las
características de la figura simbólica con que el hombre
gliptolítico aparece representado en las piedras
grabadas: generalmente con las manos extendidas, sobre
todo en representaciones de hechos importantes. Respecto
de la palabra Chinchayunga, el comentarista indígena
Juan de Santa Cruz Pachacuti Llamqui se refiere
indudablemente a las tierras cálidas de la costa central
del Perú, en donde está ubicado el departamento de Ica y
den el Ocucaje.
[La leyenda de Pachacútec con la princesa
Chumbilla - la construcción de un canal para proteger
la zona de las piedras grabadas]
Hay una conocida leyenda quechua que tiene como
protagonista al Inca Pachacútec y a una joven princesa
de nombre Chumbillalla (Achirana), hija del curaca
Aramvilca, propietario de las tierras de Tate, zona alta
del valle de Ica. La leyenda se conoce con el nombre de
La Achirana del Inca y refiere que en una de sus visitas
a este valle de la costa Pachacútec conoció a la hija
del curaca y se enamoró perdidamente de ella. Sabiendo
que a aquellas tierras altas del curaca no llegaban las
aguas del río Ica, hizo construir una gran acequia
conectada al río desde una zona mucho más elevada que la
de Tate y por esta acequia se logró llevar agua a las
tierras del curaca. Aquella gran acequia, que aún existe
y constituye uno de los ramales del río Ica, es conocida
con el nombre de la Achirana.
Estoy convencido de que esta leyenda oculta
deliberadamente una verdad. El amor de Pachacútec por la
joven Chumbillalla no fue el motivo de que se mandara
construir ese ramal del río Ica. Como todos los de la
costa del Perú, el río Ica se vuelve caudaloso en el
verano, a causa de las intensas lluvias de la serranía,
y no pocas veces se desborda e inunda vastas zonas
ocasionando graves daños, sobre todo cuando (p.162) el
lecho del río pierde su pendiente y en consecuencia su
profundidad, en la región llana donde se asientan las
zonas de La Banda, Ocucaje, Callango, Chiquerillo,
Tomaluz, Ullujaya, Montegrande. En su condición de Inca,
Pachacútec conocía la ubicación de los depósitos de los
Gliptolitos - obviamente en aquella región llana, en
donde está Ocucaje - y temió que las periódicas
inundaciones del río Ica erosionaran los depósitos y
destruyeran los testimonios líticos.
Para contrarrestar por lo menos en parte este peligro,
mandó excavar aquella gran acequia que pudiera descargar
oportunamente el caudal del río desde un lugar situado
muchos kilómetros antes de que el río entre en la región
llana. Y no sólo creo que no fue la causa de la
excavación de la gran acequia aquello que la leyenda
refiere, sino que tampoco creo que haya existido amor
alguno de parte de Pachacútec hacia la joven princesa
Chumbillalla. Ante la necesidad de proteger de los
periódicos desbordes del río Ica aquella zona donde se
encuentran los depósitos de Gliptolitos, el Inca y sus
colaboradores más cercanos urdieron lo de la pasión
amorosa y la difundieron como causa de la excavación de
la acequia. Apoyo mis afirmaciones en el hecho de que ni
la historia, ni la tradición, ni la leyenda misma
refieren nada sobre posibles descendientes de Pachacútec
en la región de Ica.
[Árboles huarangos para proteger la zona de las
piedras grabadas - árboles cortados]
Las apoyo también en el hecho de que aquella región
llana tan proclive a que el río se desborde estuvo
poblada hasta muchos años después de la llegada de los
españoles de inmensos bosques de huarango, árbol de
tronco leñoso y de ramas espinosas. Es decir: toda esta
región llana, que empieza aproximadamente 3 kilómetros
al sur de la ciudad de Ica y se prolonga al suroeste en
más o menos sesenta kilómetros de longitud, no estuvo
dedicada al cultivo y los bosques de estos árboles
espinosos la hacían impenetrable.
Así, el sembrado y la permanencia de estos bosques deben
haber obedecido al propósito del Inca - sea Pachacútec o
algunos de los primeros - de aislar esta región llana de
la presencia de extraños que pudieron descubrir los
depósitos de Gliptolitos.
La desaparición de estos bosques ha durado varios
siglos. Establecido el virreinato español en el Perú, se
talaron algunos miles de estos árboles, cuya madera fue
destinada a múltiples usos en otras (p.163) zona de Ica.
Pero aun así, los bosques estuvieron muy lejos de
agotarse. Desde el siglo pasado fue la fuente que
proveyó de durmientes y combustible al ferrocarril que
iba de la ciudad de Ica a la ciudad de Pisco situada
ésta a setenta kilómetros al norte de la ciudad de Ica;
y también la fuente que proveyó de estacas en el cultivo
de viñedos y de materia prima para la industria
carbonífera. Precisamente, el talado de estos bosques
puso al descubierto que la región era un yacimiento
arqueológico, cuya importancia se tuvo en cuenta sólo a
fines del siglo XIX. La desaparición casi total de estos
bosques por la necesidad de habilitar nuevas tierras de
cultivo, es un hecho de hace pocos años.
[Incas gobernantes con las piedras grabadas]
Bien sabemos ya que la élite gobernante del imperio
incaico ocultó al pueblo la verdad sobre las Piedras
Grabadas. Reservó para sí el hecho de que los autores
habían sido simplemente hombres más evolucionados
cognoscitivamente y que las piedras contenían valiosas
informaciones sobre ciencia y tecnología y no
precisamente sobre cosas de dioses. Valiéndose de las
piedras que mostraban la coexistencia de los autores de
las piedras con animales aparentemente monstruosos, la
élite gobernante infundió el temor en el pueblo y creó
la imagen de un ser sobrenatural que habría de volver y
del cual el Inca descendía. Así creó lo que considero el
más grande mito que dominó la mente del pueblo en el
antiguo Perú. Si se toma en cuenta que este engaño en el
uso de las piedras obedecía al propósito de reforzar el
domino del Inca sobre los hombres del imperio, se
entiende perfectamente que el interés porque el pueblo
no tuviera acceso a los depósitos de Gliptolitos radica
en el temor de que se descubriera el engaño y así se
debilitara el poder del Inca.
[Los incas inventaron una relación amorosa para
esconder la verdad para proteger las piedras grabadas]
En consecuencia, el Inca Pachacútec y sus inmediatos
colaboradores tenían poderosas razones para evitar que
se supiera el verdadero motivo de la excavación de
aquella gran acequia, y entonces entregaron como
verdadero un motivo inexistente: la pasión amorosa por
la joven princesa Chumbillalla. Como sucede en todo
mito, se valieron de hechos reales y visibles que
pudieran dar visos de evidencia indiscutible al sentido
de la historia fabulada. Eran hechos reales y visibles
la existencia de la (p.164) zona seca de Tate, la
existencia de la joven princesa y su belleza, la
existencia de su padre el curaca de Tate, la existencia
del río Ica y lo que posteriormente fue la gran acequia
que se excavó. Así, La Achirana del Inca es un mito
regional engandrado para que no se perturbe un mito de
nivel imperial: el gran mito del poderoso dios Wiracocha
(p.165).