de:
Javier Cabrera Darquea: El mensaje de las piedras
grabadas de Ica; edición privada, quinta edición 1991;
avenida Bolívar 170, plaza de Armas, Ica, Perú. tel.
231933 / 234363;
5.3. REJUVENECIMIENTO POR TRANSPLANTE DE HEMISFERIOS
CEREBRALES (p.200-202)
[La "civilización" no quiere transplante de
cerebros por la moral]
A pesar de que la neurocirugía experimental de la actual
humanidad no ha logrado aún la técnica infalible que,
aplicada al hombre, posibilite el transplante del
cerebro humano, se plantean problemas respecto del caso
en que se tuviera que recurrir a este transplante. Son
problemas de orden moral. Se teme que el egoísmo por
conservar la vida o el poder, pueda conducir a algunos
hombres a querer perpetuarse mediante el transplante de
su cerebro en un cuerpo joven, si tomar en cuenta - por
lo demás - los medios ni las circunstancias para valerse
de aquel cuerpo. Por eso, los hombres de ciencia
actuales señalan los límites del uso de este
transplante: afirman que sólo se justificaría para
salvar una vida.
Se entiende que el cerebro iría a un hombre cuyo cuerpo
mantuviera su normal funcionamiento pero que, en cambio,
su cerebro estuviera deteriorado hasta el punto en que
fuera irrecuperable. Asimismo, se entiende que el
cerebro por transplantarse estaría en óptimas
condiciones y provendría de un hombre cuyo cuerpo fuera
víctima de un mal de necesidad mortal.
[Los hombres de la edad remota transplantaron
cerebros]
La Humanidad Gliptolítica no tuvo problemas para
efectuar los transplantes. De acuerdo con la información
contenida en muchos Gliptolitos, puede afirmar que el
transplante de los hemisferios cerebrales fue uno de los
medios a que recurrió esa humanidad para alcanzar la
finalidad de su existencia: desarrollar su capacidad
reflexiva (energía cognoscitiva) para incrementar y
conservar el conocimiento.
Se trataba de conservar en el cuerpo de un individuo
joven el formidable caudal de conocimientos contenidos
en los hemisferios cerebrales de un individuo viejo. Al
extraer los hemisferios cerebrales de un hombre joven,
quedaban aquellas otras partes del (p.200) cerebro en
las que radican los centros que comandan el
funcionamiento glandular y orgánico del hombre. Los
hemisferios cerebrales que contenían ese formidable
caudal de conocimientos, al transplantarse seguían
funcionando pero ahora comandados por aquellos centros
del cuerpo joven. Deduzco que así rejuvenecían las
células de dichos hemisferios, con lo que se lograba que
el organismo recuperara su armonía celular.
Y no sería insólito pensar que aquellos hombres de
extraordinaria longevidad de que hablan las tradiciones
que vienen desde un pasado imprecisable, no hayan sido
sino el resultado de esta técnica empleada por la
Humanidad Gliptolítica. Esto explicaría los casos en que
un mismo hombre, según refieren las leyendas, se
presentaba con diferente fisonomía humana ante los
demás.
Y aquellas referencias que se han dado de hombres
sobrenaturales capaces de convertirse en monstruos,
bestezuelas, alimañas, árboles, montañas y en diferentes
objetos, no serían más que exageraciones de aquel cambio
de fisonomía humana, fabuladas por sucesivas
generaciones cuya imaginación haya sido estimulada por
la imprecisable lejanía en que existió la Humanidad
Gliptolítica. Es de suponer que el empleo de sucesivos
cuerpos jóvenes para conservar el conocimiento
encerrados en los hemisferios cerebrales, quedaba
interrumpido sólo con la muerte fortuita del hombre
favorecido por el transplante.
[Cambio de la personalidad con el nuevo cerebro
en la "civilización" de hoy]
Respecto del uso a que pudieran haber sido destinados
los hemisferios cerebrales extraídos del individuo
joven, es decir, los hemisferios que iban a ser
reemplazados por otros, los Gliptolitos no dan
información muy clara. Apoyándome en otra serie de
Gliptolitos que representan el transplante ya no de
hemisferios cerebrales sino de los conocimientos mismos
(claves cognoscitivas), es posible que se hayan
transplantado las claves cognoscitivas de aquellos
hemisferios a un individuo de menor nivel (rango)
cognoscitivo. Y en lo que se refiere al destino del
cuerpo del individuo viejo, sólo sé lo que se observa en
uno de los Gliptolitos que acabo de describir: se le
mantiene viviendo artificialmente (p.201).
En la humanidad actual, el transplante del cerebro
originaría ciertos problemas de índole familiar y
social. Un hombre con cerebro transplantado, sería el
mismo de antes sólo desde el punto de vista físico.
Desde este punto de vista, su familia y su medio social
esperarían que pensara y actuara de la manera como los
tiene acostumbrados. Pero en realidad pensaría y
actuaría de acuerdo con el nuevo cerebro, es decir con
la otra personalidad, que ahora es la suya y la única
que tiene. Esto crearía la ruptura en su vida de
relación.
[Casi no cambió la personalidad en el mundo
remoto]
En la Humanidad Gliptolítica, luego del transplante de
los hemisferios cerebrales, no había tal ruptura,
sencillamente porque no existía lo que ahora se llama
familia y en el medio social sólo contaban los niveles
cognoscitivos. La afectividad del Hombre Gliptolítico
estaba orientada hacia la vida intelectual. El hombre se
realizaba a través de su afán insaciable de desarrollar
su capacidad reflexiva (energía cognoscitiva) para
incrementar su conocimiento. Este afán le permitía
alcanzar permanentemente el éxtasis. En sus relaciones
con el sexo opuesto, el apetito sexual obedecía a la
decisión de procrear, y el hijo era un miembro más de la
sociedad. Esta era la familia. Salvo el sexo, la mujer
no se diferenciaba del hombre. Tenía los mismo derechos
y libertades de éste y, como miembro de la sociedad
gliptolítica, su existencia estaba encaminada hacia la
misma finalidad. El que la diferencia de sexo no haya
implicado diferencias de libertades y derechos, la
deduzco por el hecho de que tanto en las
representaciones del hombre como de la mujer
gliptolíticos, no se han graficado los órganos sexuales
(p.202).